Frente al mar mis pensamientos vuelan... frente al mar las musas deciden dejarme notas, palabras al azar... que resuenan una y otra vez, como un repique de campanas: Humildad...
La humildad es la elegancia del saber estar, la pericia de obrar con sensatez... sin «ella» estamos perdidos: su fortaleza nos recuerda que en el camino; hay fango, piedras, pero también rosas y hierbas, —de «esas aromáticas», que agasajan al alma —. La humildad, flor de nuestro jardín, de nuestro hogar, de nuestro YO. ¿Acaso, no hay mejor sentimiento para embellecer esta proyecto de vida? Lo contrario, es la soberbia, el orgullo, la prepotencia. Si la dejamos crecer, el corazón hallará rabia, ira... Y es ahí, donde perdemos todas las batallas.
La humildad, la emoción que ha de colocarnos, junto a la autenticidad del SER. Todos necesitamos tener nuestro lugar, desde donde: observar, aprender, motivar, incentivar, inspirar, fomentar, orientar, descubrir, experimentar, transmitir, ilusionar, compartir, acompañar, cuidar, atender, indagar, ayudar, guiar, crecer; sea prioritario para el regocijo de la hermosa palabra humildad. Escrita con el mayor de los mimos, escrita con el derecho de, no dejarse vencer por quiénes, la entienden de otro modo...